viernes, 29 de julio de 2011

Del porqué la imprescriptibilidad NO desincentiva los delitos contra la administración pública

El Presidente Humala anunció el 28 de julio que quiere combatir la corrupción en el sector público. Me parece excelente. Aplaudo hasta con las orejas que se combata dicho problema social, que mina la confianza de los particulares en el sistema público. La pregunta es ¿Cómo lo hará?

¿Con auditorias externas que verifiquen la productividad de los funcionarios –se sabe que los empleados más improductivos son los más propenso a recibir/solicitar “cariño” a los privados-? ¿Imponiendo sanciones disciplinarias efectivas –lo cual implicaría diseñar procedimientos abreviados, jueces imparciales que no deban favores, reducir los medios de impugnación, etc.-? ¿Fomentando una política de respeto y valorización de la res pública, a través de autoridades locales, colegios, iglesias, entre otros mecanismo de control social? Acaso con la nivelación de los sueldos de la administración pública al que gozan los gerentes de empresas privadas –evitando la cada vez más voraz “fuga de talentos” de lo público a lo privado-.

No, mi ilusión se chocó con la realidad. El presidente anunció en su mensaje a la nación una idea “salvadora”: la imprescriptibilidad de los delitos contra la administración pública. Es decir, la posibilidad de que durante toda tu existencia te persigan penalmente por un supuesto acto de corrupción.

Esta idea es errada por varias razones. Primero, desincentiva a los buenos profesionales a ingresar al sector público -¡¿quién en su sano juicio va a trabajar en un lugar donde por cualquier cosa te pueden denunciar y perseguir de por vida?!- Segundo, ¿el Estado tiene los medios logísticos y humanos suficientes para perseguir ad infinitum a una persona? Lo dudo. Si el Ministerio Público ni siquiera puede perseguir efectivamente delitos graves como el homicidio, robos o violaciones sexuales, ¿Qué nos garantiza que obtendrá buenos resultados en los delitos contra la administración pública? Tercero, el Derecho Penal no es la panacea, no se puede recurrir a él como primera instancia cada vez que se tiene un problema social; hay otros mecanismos previos de control que tiene el Estado para disuadir conductas –la familia, la educación, la religión, incluso el derecho administrativo es un mecanismo eficaz si se utiliza correctamente-.

Lanzar ideas efectistas para la tribuna -que le acarrearán aplausos, pero no resultados- no es responsable ni coherente en un Jefe de Estado. Señor Humala, tenga presente que usted es presidente, no candidato.

jueves, 28 de julio de 2011

Juramentación presidencial: La oportunidad perdida

Sr. Presidente Ollanta Humala, hoy tuviste la oportunidad de juntarnos, de unir a los peruanos en torno a ideales de reconciliación, cambio sostenible y prosperidad. Pero no, preferiste enfrentarnos, jurar por una constitución derogada y que muestra tu lado más autoritario y prepotente. Y así, como pisas hoy la constitución de 1993 ¿Qué te impedirá hacerlo más adelante?

Sabes que la primera obligación del Presidente es cumplir la constitución (art.118 inciso 1). Pues hoy, 28 de julio de 2011, le faltaste el respeto. Y si bien no es motivo suficiente para pedir tu vacancia (lamentablemente), demuestra el norte que va a seguir tu gobierno.

Lo patético es que siempre tendrás románticos que minimicen tus arrebatos, los consideren una reivindicación, gritos profundos de gente “ignorada”. Vigilantes que “fiscalicen” desde el extranjero. Caviares que te endulcen desde un lujoso café. Reflexiona y piensa que los aplausos que hoy recibes son bulla de los que detentan el poder, de tu gente, ¿pero crees acaso que ese es el sentir de TODO el Perú?

Te recuerdo que ganaste por solo 51.449%  (7 937,704 votos, según cifras de la ONPE) y que tienes a un gran 48, 551% que no te cree. Te rechaza. Con la actitud de hoy diste a ese 48% una razón más para desconfiar. Incluso, convertiste a la bancada fujimorista – de triste paso en la década de los 90-, como la garante de la constitución. Los catapultaste a ser oposición. Cuando tu objetivo tuve que ser conciliar, con humildad, a todos los sectores del Perú.

Tu discurso presidencial fue la oportunidad perdida para demostrarle a la gente como yo, que puedes ser el presidente de todos los peruanos. ¿Cuántas más oportunidades desperdiciarás? Solo tú lo sabes. Por mi parte te escribo desde hoy. Te critico. Espero por el bien del Perú equivocarme contigo.